Esa! ... La que en el alma llevo
oculta; la que no
salta
fuera si se expande en la pupila; la que a nadie
insulta
en un alarde de dolor; la
grande, la
infinita, la muda, la sombría, la terca, la traidora, la
doliente lágrima de dolor, ¡lágrima mía! ..., que está clavada en mi profundamente.
La que no da una tregua ni un
consuelo de dulce
sollozar; la que me hiere, y no punza, y no obedece, y pone
un velo turbio en mis ojos; la que nunca
muere ni nace en
flor
de rostro; la que nunca refrena su latir; la que no
intenta
asomarse a la faz y quedar
trunca, y hace la
pena interminable y lenta ...
Agua
de un manantial que va en la sombra tortuosa de mi yo, tierra
maldita donde no nace planta ni se nombra ningún nombre de amor ...
¡Esa infinita lágrima de dolor, sorda y amarga, que llega hasta
mis ojos y no fluye en catarata ardiente; la que embarga mi ser y en
el silencio se diluye! ...
Gota que
cristaliza y se hace piedra, dolor que se concreta y se resume;
planta parásita como la hiedra, que trepa al corazón y lo consume;
infinito dolor sin esperanza de resolverse en líquido siquiera. Invierno
seco y duro que no alcanza a transformarse luego en primavera.
Nieve
perpetua sin deshielo; polo desierto que en la ardiente entraña
anhela el húmedo calor del cielo, que ni lo fertiliza ni lo baña. Lágrima
que no alivia la tortura de los ojos cansados de infinito;
lágrima que no cura la amargura; que no es queja, ni expresión, ni
grito. Cántaros secos, áridos, mis ojos; páramos sin frescura
ni rocío; febricitantes de escrutar los rojos límites del espacio y
del vacío.,
¡Esa! ... La que no llega ni ha llegado ni llegará
a los ojos nunca ...., ¡nunca! ... Mi lágrima tenaz, que no ha
mojado el Sahara estéril de mi vida trunca; esa ...; no la verás,
porque en la calma de mis angustias se ha trocado en perla. Para
verla hace falta tener alma, y tú ..., ¡no tienes alma para
verla! ... |